lunes, 6 de febrero de 2012

A nadie le gusta revivir un trauma, es evidente, por eso esta historia la cuento yo y no Deb.

En el momento en que estoy escribiendo esto no han pasado apenas tres semanas desde que ocurrió lo siguiente:
Como algunos ya sabréis, y los que no ahora lo sabrán, mi nombre es Allan, y soy detective privado.
Es cierto que no tengo demasiado sobrenombre, no me gusta aceptar cualquier caso, pero mi pericia es tal que en algunos crímenes la policía ha llegado a pedir mis servicios como asesor. Y quién es Deb? Deb es mi compañera de piso. El sueldo de un detective privado no da para demasiado, y comparto piso con ella, una ex-directiva de una compañía de seguros, que ahora posee su propio negocio de venta de material de oficina al pormenor.

Hace tres semanas un hombre tocó a la puerta de nuestro apartamento, Deb abrió la puerta como de costumbre, pues suele recibir a sus compradores en el piso mismo, como cualquier otro cliente, entró y traz hacer el pedido se sentó en el sofa, esperando que Deb fuese a por el material al desván.
Fue entonces cuando yo salí de la ducha llevando una toalla, el hombre, de aspecto mayor, pelo canoso y aire desaliñado, al verme, soltó un grito, yo me giré hacia el y pude ver lo pálido que estaba, me fije ademas que tenia su mano metida en el bolsillo, fue entonces cuando me temi lo peor.
El hombre se levantó del sillón y se me acercó, yo ya tenía claro lo que ocurría, aquel hombre no quería comprarle nada a Deb, venía a por mí, pero por su actitud se veía que no venía por voluntad propia.
Cuando el hombre estuvo suficientemente cerca saco de su bolsillo una especie de interruptor, un detonador. Yo le empujé hacia atras de una patada y lo embestí antes de que pudiese hacer nada, empujándole hacia la ventana que se hizo mil añicos, dejando así caer a aquel hombre a la calle. Antes de llegar a tocar el suelo, estalló haciendo temblar la casa...

Deb que estaba en el piso de abajo fue alcanzada por los cristales de una ventana que se rompió a causa de la explosión.
De camino a urgencias le comenté lo ocurrido, es evidente que alguien me quería muerto, pero ¿quién? Alguien lo suficientemente estúpido como para enviar a ese hombre... O lo suficientemente inteligente como para saber que me lo tomaría como una amenaza. No tengo demasiadas pistas sobre las que trabajar, pero tengo una teoría bastante consistente...

Hasta la próxima